FS21 - No ver nada
Los días de sol son puro postureo. Lo habitual es ver poco o nada. Entonces toca tirar de postura y de técnica. Aprender a esquiar sin visibilidad.
¡Hola! Soy Salvador Serrano. CEO de mendesaltaren. En los últimos años he ayudado a decenas de empresas a crear sus marcas y productos digitales. Mientras tanto, hemos hecho crecer mendesaltaren hasta lo que es hoy.
En este lugar, comparto mis impresiones sobre diseño, liderazgo, personas y cultura.
En la nieve los días de sol son puro postureo. En mi viaje de este año hemos tenido días de todo tipo, soleados, nublados, con ventisca y nevadas fuertes. Cualquiera que haya esquiado un poco sabe que en alta montaña aparecen todas las condiciones climatológicas. A veces en el mismo día.
Este símil lo he compartido con mi equipo en múltiples ocasiones. Incluso lo he introducido en una formación sobre gestión de proyectos de diseño que llevé a cabo junto al Instituto Tramontana. Cuando haces esquí no puedes cambiar las condiciones climatológicas. Tampoco la calidad de la nieve. No puedes cambiar esencialmente nada. Todo es macro, gigante, inabarcable. Como mucho puedes variar el tipo de esquí que utilizas. Tu herramienta. Puedes, en definitiva, adaptarte y poco más. Las condiciones lo marcan todo. No eres el mismo a primera hora con algo de niebla, que el mismo día por la tarde cuando la nieve se ha transformado y está mucho más pesada. Yo mismo podría parecerte un buen esquiador en nieve polvo-dura con buena visibilidad, y un principiante en nieve-virgen con visibilidad baja. La cosa va de que tu técnica se adapte para descender con solvencia en todo tipo de circunstancias.
A pesar de ser una actividad principalmente recreativa, incluso pija, tiene todavía algo puro. El esquí (o el snowboard, o cualquier derivado de ambos) es en el fondo una solución de desplazamiento en un medio adverso. Y, como tal, guarda algo de pequeña supervivencia. De tener un día soleado, que las condiciones cambien y ser capaz de llegar abajo viendo absolutamente nada, con viento y sin saber ni adonde vas. Las probabilidades son muy bajas, pero todavía queda una ínfima posibilidad de no salir vivo.
De repente te ves inmerso en un mar de nubes. Nieva y el viento arrecia. No ves más allá de 10 metros. No distingues el suelo del cielo. Estás dentro de un limbo blanco, no sabes si tienes delante un bloque de duro hielo o grandes montículos de nieve (bañeras o bumps, en su acepción internacional) y te asusta la posibilidad de chocar con otro esquiador. Te desplazas torpemente.
Todo tu cuerpo se pone en modo defensivo. Instintivamente echas el peso hacia atrás tratando de frenar en cada curva, casi deteniéndote. Esa postura acobardada te cansa mucho. Para esquiar hay que coger algo de velocidad. No es una buena técnica y tiras de cuádriceps mucho más de lo necesario. Te arden las piernas. Cuando empiezas a sentirte cansado frenas bruscamente y eso te hace fatigar aún más.
No va tanto de fuerza si no de técnica, de adoptar una buena postura. En eso el esquí se parece a la escalada, que no es tan pija. Creo que la idea de la postura me viene de una charla preciosa que le vi a César Astudillo. En la charla César habla sobre cómo navegar la incertidumbre en el plano personal tiene más que ver con mantener y cuidar tu postura que con hacer grandes planes. Con la posición que adoptas hoy, con quién te relaciones o qué consumes, frente a los elaborados roadmaps y OKR personales que introducen una lógica tailorista a tu vida. Fluir, sí, pero con un cuidando una postura intelectual acorde a tus principios y objetivos.
La bajada se hace eterna. El miedo se apodera de ti y te impide disfrutar. Cada giro es una batalla. Con suerte la ventisca se ceba sólo en zonas altas y tras encadenar varias bajadas y curvas llegas a una cota con mayor visibilidad. En ocasiones la batalla dura bastante más. Para algunos esquiadores inexpertos puede alargarse horas.
Con la práctica, aprendes a confiar en tus pies y en tus esquís. Te habrás caído varias veces y habrás visto que no es para tanto. Empiezas a moverte de forma más relajada. No puede ser que con visibilidad vayas como un tiro y sin ella no hagas más de dos curvas seguidas. No es lo normal, se trata de un bloqueo mental. Aprendes a confiar en tu postura y a dejarte ir. Necesitas algo de velocidad, dejar de querer tener el absoluto control. Esa ambición de seguridad te brinda justo lo contrario. Para controlar hay que asumir riesgos. Dejar ir. Ganar velocidad.
Solo así podrás disfrutar el camino. Llegar abajo y volver a subir. O simplemente seguir bajando si las condiciones lo permiten. Valorar el sol cuando aparezca pero sin que su ausencia te bloquee. Confiar en la técnica y que la nieve sobre la que te mueves no sea en definitiva tan importante. Estar más relajado hará que los cambios de rasante y de textura no sea más que contingentes. Un medio sobre el que aplicar tu experiencia. Un divertimento más.
Con la práctica, aprendes a confiar en tus pies y en tus esquís. Te habrás caído varias veces y habrás visto que no es para tanto. Necesitas algo de velocidad, dejar de querer tener el absoluto control. Esa ambición de seguridad te brinda justo lo contrario. Para controlar hay que asumir riesgos. Dejar ir. Ganar velocidad.
Todo esto me recuerda a las situaciones de incertidumbre. Al igual que en esos días de baja visibilidad, es difícil saber qué pisas y que tienes a más de diez metros. Solo queda confiar en tu actitud. Siendo demasiado defensivo te quedarás parado, te cansarás mucho. El descenso será difícil. Si no aceptas que puedes caerte acabarás cayendo irremediablemente. Terminarás parado, exhausto. Se trata de romper con la intuición que te dicta protegerte. De encarar la bajada y girar, encarar y girar de nuevo. Ganar velocidad y dejarte llevar.
Cuando no puedes manejar el contexto te queda centrarte en ti mismo. En la postura y la técnica que adoptas. Si eres suficientemente experto puedes ser agresivo, desplazarte a gran velocidad, realizar curvas cerradas y esquivar o atravesar cada obstáculo según llegue. También puedes descender con elegancia y que parezca no importarte demasiado lo que ocurre a tu alrededor. Puedes, como es mi caso, aspirar a ser un esquiador eficiente. Adaptarte al entorno y con mucha práctica y esfuerzo descender con efectividad. Lo que no puedes permitirte, estoy seguro, es frenar en cada curva. Que tu postura sea defensiva. Acabar parado y exhausto.
Entender aquello que depende de ti y aquello que no. Aprender que caerse es parte del juego y que para algo llevas casco. Buscar aquella postura y aquella técnica que te permita moverte a la velocidad en la que te sientes cómodo. Ni más, ni menos. Hacer tu camino. Aceptar que no ver es también parte del deporte y que lo es para todos. Que la superficie sea un factor más que condiciona tu técnica sólo lo suficiente. Aceptar que tu instinto será valioso solo si sabes cuándo dejar de escucharlo. Cuidar tu técnica y tu postura ante los acontecimientos. Encarar y girar para bajar y subir de nuevo.
Gracias por leer Fundamentos Serrano.
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Me gusta. Quizás te "robe" el símil para lo que estoy escribiendo. :-)