FS13 - Sobre lo relativo
Lo que para ti es absoluto puede no serlo para otras personas. Conviene contemplar qué valores son para nosotros relativos y cómo nuestra cultura y sesgos nos condicionan.
¡Hola! Soy Salvador Serrano. co-CEO de mendesaltaren. En los últimos años he ayudado a decenas de empresas a crear sus marcas y productos digitales. Mientras tanto, hemos hecho crecer mendesaltaren hasta lo que es hoy.
En este lugar, comparto mis impresiones sobre diseño, liderazgo, personas y cultura.
Esta semana pasada estuve de vacaciones en Nápoles. Yo venía más o menos preparado, mi experiencia con el sur de Italia viene de largo. Tuve una relación de cinco años con una italiana. De Palermo, ni más ni menos.
Creía que mi veteranía me protegería de la clásica trampa a los turistas. Al llegar al aeropuerto tomamos un taxi al centro. Toda mi mente y espíritu enfocados en no ser estafado. Como si de esa primera refriega con mi adorado sur de Italia dependiese todo nuestro viaje. La actitud de una langosta midiendo su fuerza y el tamaño de sus pinzas frente a un macho rival.
El encargado del apartamento donde nos hospedábamos nos lo había advertido. No paguéis más de veintiún euros. Ese es el precio fijado por el Municipio para el trayecto de siete kilómetros entre el Aeropuerto de Nápoles-Capodichino y el Teatro San Carlos.
A pesar de las advertencias de Svevo (que así se llamaba nuestro anfitrión) el conductor enciende el taxímetro. El tipo es joven. El taxi no. Está hecho un asco y el taxista no para de mirar el móvil mientras conduce. Pinta mal. Cláxones, dudosos cambios de carril. Una falta de respeto absoluta por todas las reglas de circulación.
Mi cabeza y mi espíritu concentrados en que no me estafen. Mi madre diciendo que qué más dará. Yo encuentro un tarjetón plastificado que desglosa los precios de cada trayecto en una tabla. Las ubicaciones se listan en los ejes vertical y horizontal, en orden inverso. En las celdas que aparecen en las intersecciones entre columnas y filas aparece el precio de la carrera entre ambos puntos. Miro el eje horizontal y localizo el Aeropuerto de Nápoles-Capodichino. Sigo con la mirada el desplazamiento de mi dedo hacia arriba. Encuentro la fila del Teatro San Carlos. Nuestro destino. Veintiún euros, como dijo Svevo. Ya te tengo, taxista joven.
El taxímetro sigue en marcha. Asciende hasta los veinte euros mientras encaramos en dirección prohibida una calle del centro de la ciudad. Tras un par de quiebros más llegamos al Teatro San Carlos, nuestro destino. Veinticuatro euros del trayecto más dos euros por maleta. En total, treinta euros. Le digo que tararí. Que el tarjetón. El tio que “prezzo vecchio”. Que no vale. Le digo que el del piso me ha dicho que veintiuno y que santas pascuas. Me dice que lo que diga el del piso “non vale niente”.
Pagamos los treinta euros. Me sentí un poco estafado, pero después lo entendí. Un poco estafado pero en un contexto.
No es que quiera ofender a mis amigos italianos. Me parece estupendo que me time un taxista si puedo disfrutar de unos scialatielli al frutti di mare o una frittura mista. Me vale el pack completo. Compro.
El punto que quiero traer aquí tiene que ver con las diferencias culturales. Y, excediendo las culturas, con las diferencias de percepción. El ejemplo me vino a la mente en este viaje pero le llevo dando vueltas en muchos otros contextos.
Para un centroeuropeo, el tiempo no es relativo. Por eso en Suiza inventaron sus famosos relojes de estación, que completan una vuelta completa al segundero en cincuenta y ocho coma dos segundos y esperan al impulso de un reloj maestro para iniciar el siguiente minuto de manera coordinada en todo el país. En ese reloj, el cero dura dos segundos. De esta manera los interventores tienen tiempo suficiente para indicar a los trenes su salida y que partan siempre en hora. De utilizar relojes normales en vez de ese ingenio mecánico sería prácticamente imposible que los trenes arrancaran en el cero e imposible del todo que lo hicieran coordinados a lo largo del país.
Para los suizos, las nueve son las nueve. Sin matices. Esto es diferente en España. Para nosotros, las nueve de la mañana comprende un rango de unos seis o siete minutos. Desde las nueve menos tres (incluso menos cinco) hasta aproximadamente las nueve y tres o y cuatro. Si alguien llega cinco minutos antes, está bien. Si llegas dos minutos tarde, está excelente.
En Nápoles a la relatividad del tiempo se le suma la del precio. Por eso un taxista una semana después me ofreció llevarme al aeropuerto por menos de veintiún euros cuando estaba en la cola esperando el autobús. Por eso el precio de un Calice da vino bianco en la Trattoria Bella Napoli (sueño con su pizza fritta) era de seis euros mientras que medio litro de vino de la casa (muy rico) costaba sólo cuatro. En ese lugar, el precio de una cosa no está necesariamente ligada a la otra. En España, probablemente, la copa de vino habría sido más barata y la jarra más cara, en un intento de crear valores absolutos y comparables.
Todo esto podría interpretarse como negativo, pero no tiene por qué serlo. Es una cuestión de percepción. En nuestro último día en la ciudad la empresa que gestionaba nuestro apartamento, ante la imposibilidad de saber si estarían o no a la hora en la que iríamos a recoger nuestras maletas a su oficina, decidieron prestarnos directamente sus llaves. Esa informalidad, esa relatividad, se convierte en ese escenario en un atributo positivo. Regalarnos la confianza para entrar en su espacio privado sin estar ellos presentes.
Cuando colaboramos, cuando nos comunicamos, lo hacemos desde nuestros sesgos y desde nuestra cultura. Esta diferencia cultural, tan evidente entre dos países con más similitudes que diferencias, aparece también entre distintas ciudades o simplemente entre personas con una educación y vivencias distintas.
Cuando colaboramos, cuando nos comunicamos, lo hacemos desde nuestros sesgos y desde nuestra cultura. Esta diferencia cultural, tan evidente entre dos países con más similitudes que diferencias, aparece también entre distintas ciudades o simplemente entre personas con una educación y vivencias distintas. Pregúntate qué cosas son para ti relativas, y cuáles son absolutas. Pregúntate si es igual para los demás. Intentan entender si este o aquel desencuentro se debe simplemente a una diferencia de percepción.
Este martes, charlando con mi compañera Sara Rivera, nuestra Head of Design y una mujer brillante, me encontré con la realidad de estas diferencias de percepción. Ella usaba constantemente la coletilla de “un poco”.
”Hemos hecho un poco de investigación, para obtener un poco los hallazgos que necesitamos para poder avanzar un poco hacia la fase de diseño”
No dijo esto exactamente, pero se le podía parecer. Yo la conozco bien y sé que sus “un poco” significan en realidad un rango indeterminado entre “mucho” y “me he obsesionado con esto”. ¿Pero, cómo resuenan en la mente de los demás? ¿En la de un cliente o usuario?
Otra vez lo relativo frente a lo absoluto. Otra vez la diferencia de percepción.
Gracias por leer Fundamentos Serrano.
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Habrá que inventar un conversor de divisas intangibles 🤞
Tienes muchas razón. Yo aunque soy mexicano de nacimiento, llevo entre estudiando y trabajando en españa más de la mitad de mi vida, por lo que mi comprensión del tiempo es mas Española. Por ejemplo mi experiencia de liderazgo con quipos de desarrollo en méxico implicaba muchas fricciones. Sobre todo el tiempo el “famoso ahorita”… Marcar deadlines era una labor titánica… prácticamente tuve que migrar a un equipo local aunque el coste incrementará… no era la calidad en sí, sencillamente es más desgastante no colaborar en una compresión del tiempo similar…